El lunes 6 de octubre, los chicos de 2º recibieron de sus maestras sus primeras lapiceras. Fue una entrega sorpresa, para la que nos veníamos preparando con los papás desde hace algún tiempo.
Mucha alegría y entusiasmo para comenzar esta nueva etapa!
Lapicera, borratintas, cartuchos, papel secante.... y a escribir!!
"Dentro de la mochila de Tamara, que se encontraba sobre la mesa de la cocina, se escuchó la vocecita de un cuaderno que decía:
- Es sorprendente lo que puede salir de una lapicera. Una, diez, cien, miles de aventuras diferentes. ¡Es sencillamente increíble!
- No es por agrandarme -dijo orgullosa la lapicera- ¡pero tiene razón! - Es sorprendente lo que puede salir de mí, ni siquiera yo mismo sabría decirles cuál será mi próxima historia. ¡Soy fantástica! Yo hago nacer letras, palabras, oraciones, poesías, maravillosos cuentos de princesas, brujas y valientes caballeros. Pero la verdad es que, si tengo que decirles cómo lo hago, les aseguro que no tengo ni idea de cómo ocurre esto.
El lápiz negro, que escuchaba atentamente a su compañera, bastante ofendido le contestó:
- No podés explicarlo porque en realidad no sos vos la que hacés todo el trabajo. Cualquier obra se escribe primero en borrador, usando el lápiz negro, por si hace falta borrar y corregir errores. Eso quiere decir que soy el dueño de las primeras palabras, que soy yo el verdadero creador de esas historias.
- ¿Vos? ¡Jajaja! Qué gracioso. Pero ¿por qué no te vas a dar unas vueltas con el sacapuntas para ver si se te acomodan un poquito las ideas? - le contestó la lapicera en tono burlón.
La discusión continuó un largo rato, y ni la lapicera ni el lápiz se dieron cuenta de que Tamara había terminado de tomar la leche y estaba empezando a hacer los deberes que la señorita les había dado en el primer día de clases.
"Escribí qué hiciste y qué fue lo que más disfrutaste de tus vacaciones", leyó Tamara en voz alta.
Rápidamente tomó el lápiz negro y escribió en una hoja borrador todo lo que se acordaba de las vacaciones: "Fui al cine, tomé helados, extrañé a mis compañeros, viajé a la casa de mi tía Lorena...", la lista era intermibable.
Después tomó la lapicera y empezó a escribir oraciones, bien prolijitas y tratando de no cometer errores.
Al terminar la tarea, Tamara guardó sus útiles dentro de la cartuchera.
- ¿Viste? Al final ni vos ni yo teníamos razón. Las ideas no son tuyas ni mías. ¡Son de Tamara! quien ya está en segundo y sabe escribir muy bien -dijo la lapicera avergonzada.
- Sí, la verdad es esa. Nosotros sólo somos sus ayudantes - le respondió el lápiz negro.
El lápiz negro y la la lapicera se durmieron en el fondo de la cartuchera; al otro día, los esperaba otra vez la escuela, y seguro que Tamara iba a necesitar mucho de su ayuda.
Adaptación de "Pluma y Tintero" de Hans Christian Andersen.
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